martes, 21 de septiembre de 2010

Alguien a quien amar!






Entiendo a los malos… a los que hacen cosas horribles… los entiendo
Creo que simplemente son gente que no tuvo otra alternativa. Entiendo a los malos porque sé, que
simplemente, buscan a alguien a quien amar…
Creo que nuestro corazón es como un motorcito chiquito que todo el tiempo busca y busca
encontrar alguien a quien amar. No se cansa nunca. Aunque estemos vencidos, él siempre busca y
busca, porque un corazón necesita amor.
Creemos que lo que el corazón busca es alguien que nos ame, pero no. El corazón no es tan egoísta.
Él sólo busca a alguien a quien amar, alguien que se deje amar.
A veces nos pasamos cincuenta cuadras, equivocamos el camino. Y el corazoncito sigue ahí,
incansable, diciéndonos: “no es por acá”. Pero no lo escuchamos.
Sin embargo, al final, el corazón siempre se hace escuchar. ¿Cómo ignorar esos latidos que son las
señales que nos indican el camino? Uno puede estar perdido, pero buscar el camino, ya es, en parte,
encontrarlo.
Aunque te gane la desesperanza, el dolor, aunque creas que es demasiado tarde, buscá en tu
corazón, buscá en tu alma malherida. En algún lugar, fuera de tu burbuja, habrá alguien a quien
amar.

El despertador!






Todos le tenemos miedo a las pesadillas… pero hay que tenerle miedo a los sueños felices,
porque es de eso de lo que no queremos despertar.
Somos cenicientas que borramos el número doce de todos los relojes, para que nunca llegue la hora
en la que la carroza se convierte en zapallo.
Vivir soñando es como tener una “tarjeta platino” sin límite, y que nunca te llegue el resumen.
Si alguien te despierta cuando estás teniendo una pesadilla, se lo agradecés. Pero si alguien te corta
un sueño feliz, lo querés matar, ¿no?
Si sos optimista, un realista te resulta pesimista.
Claramente, todos odiamos al despertador, pero qué sería de nuestra vida sin él.
¿Qué despierta un despertador cuando te despierta? Tus sentidos. Salís del sueño y empezás a ver, a
escuchar, a oler, a sentir.
Para poder despertar primero hay que desearlo. Luego intentarlo. Y después… dejar que ocurra.
Todos me preguntaban ¿qué te pasa? Y yo les decía… “estoy re dormido”. Sin dudas, necesitaba un
despertador.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La memoria inquieta!





Cuando falla la memoria, ¿qué es lo que falla?
Necesitás recordar la dirección de tu casa para saber a dónde volver. Necesitás recordar tu nombre
para saber quién sos.
¿Por qué hay cosas que olvidamos y otros recuerdos que nos persiguen sin descanso?
¿Uno se aferra a los recuerdos, o los recuerdos se aferran a uno? Te atrapan y no te sueltan. ¿Qué
quieren los recuerdos? ¿Por qué insiste tanto la memoria?
¿La memoria es el pasado que quiere seguir siendo presente?
La memoria tiene vida propia; no es uno, sino ella la que elige qué cosas deja morir en el olvido y
qué cosas mantener vivas.
La memoria es como un rompecabezas: fichas, piezas sueltas que uno tiene que ir reacomodando…
Tener experiencia en realidad es tener buena memoria.
La memoria es una boxeadora que pelea contra el olvido: a veces tira la toalla y a veces gana por
knockout, pero siempre lucha.
Sobre todo, la memoria… está viva. Es incansable, persistente y muy inquieta.
No sólo ES inquieta… sino que TE inquieta.

martes, 14 de septiembre de 2010

Criptonita!







El destino es como un ejército de hormigas laboriosas. Miles de hormiguitas haciendo su parte del
trabajo. Uno cree que controla su vida, pero el destino, lentamente, se va configurando. Una serie de
circunstancias, decisiones y casualidades, van construyendo el destino.
El destino es un gran chef que mezcla lo ingredientes, preparando el plato que tiene para nosotros.
Es una maquinaria precisa y minuciosa que va reuniendo todas las piezas.
El destino es como un señor muy viejo y sabio. Es un profesional, de todas las profesiones. A veces
es un guionista: urde y entrelaza la trama con pericia, dando giros en la historia, permanentemente.
El destino también es ingeniero. Hace grandes construcciones, joyas de la ingeniería, encaja las
piezas, con precisión.
El destino también es estratega. Mueve las fichas, despliega sus tropas en el campo de batalla y sabe
cómo dar su golpe certero.
El destino, es también un superhéroe con poderes ilimitados… puede todo. Puede con todo.
Pero como todo superhéroe, tiene una debilidad.
La debilidad del destino son las decisiones humanas.
Eso es lo único que puede cambiarlo.
Como una simple piedrita verde puede debilitar a Superman, lo único que puede cambiar el destino,
son tus decisiones.

La puesta de Sol!






Ante la pregunta: ¿Qué harías si se termina el mundo?, creo que la mayoría responderíamos:
salir corriendo al encuentro del ser amado. Pero yo creo que si lo pensamos mejor, lo que
quisiéramos hacer es pedir perdón.
Como si necesitáramos descargar la mochila, soltar eso que nos pesa tanto para poder irnos en paz.
Va más allá de la culpa. Son remordimientos, que no se detienen hasta no comprender que tu vida es
lo que vos hiciste en ella.
Podemos vivir años acallando los remordimientos por lo que hicimos mal, pero en algún momento,
éstos vendrán a buscarnos, como fantasmas del pasado.
Más que el olvido, nos aterra que nos recuerden mal. Los remordimientos son el miedo de haber
pasado por este mundo sin despertar un poco de amor a los demás.
Los remordimientos tienen la nostalgia de una puesta de sol: se termina el día, y todo lo que no
hiciste, ya no lo podrás hacer… y lo que hiciste, no lo podrás cambiar.
Más terrible que el remordimiento por lo que hicimos mal, es el remordimiento por lo que no
hicimos. Eso, es imperdonable.
El remordimiento es sabiduría que llega al final, es un intento de que no sea demasiado tarde.
No se detiene. El remordimiento no se va a detener hasta que comprendas.
La culpa no nos deja vivir en paz, pero los remordimientos, no nos dejan morir en paz.

Sentirse vivo!





Cuando te detenés a mirar el mundo, a observar la belleza que nos rodea; cuando amás a una chica o
a un chico; cuando te reís hasta que no podés más con tus amigos; cuando hacés lo que amás hacer;
cuando viajás a un lugar que no concés; cuando escribís una canción; cuando se te acelera el
corazón ante una mirada; cuando hacés el amor… te sentís vivo.
Pero no es sólo la felicidad la que te hace sentir vivo; sino saber que dejás un testimonio de tu vida.
Saber que cuando ya no seas, algo de vos seguirá vivo en los que vendrán.
Pero si sabés que no hay futuro, que nada de lo que hagas, ningún legado que dejes, ninguna
contribución que hagas, te va a sobrevivir; si sabes que todo se termina… ¿es posible sentirse vivo?
Las cosas que nos hacen sentir realmente vivos son las cosas que vencen a la muerte, las que
perduran en el tiempo. Porque el éxtasis, la felicidad, es trascender. Es en ese momento cuando
todos somos eternos. Y estamos vivos de verdad.
De todas las formas de egoísmo, la peor, es no pensar en los que vendrán. Sin ellos, sin la noción de
que la vida es un ciclo sin fin, nada tiene sentido.
Te sentís vivo, no cuando la vida pasa, sino cuando vos pasás por la vida. Cuando perdés el miedo a
morir, y a vivir. Te sentís vivo cuando sabés que cada momento es único, irrepetible. Cuando sabés
que nada empezó con vos, y nada terminará con vos.
Sólo sabiendo que habrá un mañana es que podremos vencer a la muerte, y sentirnos vivos.

La felicidad





Una casa enorme y carísima con jardín y pileta. Tres mucamas. Dos meses en Punta todos los
veranos. Viajes a Europa y a Estados Unidos.
Ropa nueva todos los meses. La mejor. La más cara. El último mp4, el último televisor lcd, uno en
cada habitación.
Los mejores colegios, el mejor country de fin de semana.
Los amigos, de las mejores familias. Una moto antes de los 16. El auto antes de los 18. Fiestas
todos los sábados.
Creí, por un momento, que eso era la felicidad. Y mientras tanto, la dejé escapar.
¿Por qué cuando tenemos la felicidad frente a los ojos, no sabemos verla? Siempre pensamos en lo
que nos estamos perdiendo, deseando cosas que no tenemos, y en realidad, todo lo que necesitamos
para ser felices está ahí, mordiéndonos la mano.
Creemos que la felicidad es algo difícil de alcanzar. A veces hasta nos convencemos de que nunca
vamos a ser felices.
Quise todo y tuve todo. Hasta descubrir que las ampollas de mis pies caminando junto a ella, bajo
un sol que partía la tierra, su olor a campo y su sonrisa, eran la felicidad para mí.
Recién ahora lo veo.